Cambio de creencias, episodio I
Si decidiste leer este artículo es porque, seguramente, eres un apasionado del desarrollo humano, o bien, eres un facilitador de procesos de cambio (psicoterapeuta, coach, etc…) y sabes que el cambio de creencas es uno de los pilares en cualquier proceso terapéutico. También sabes que las creencias son esas ideas, muchas veces inconscientes, que moldean nuestra forma de interpretar el mundo, a nosotros mismos y a nuestras experiencias y suelen ser determinantes en nuestras relaciones interpersonales. Por eso, cuando estas creencias limitantes permanecen intactas, los cambios se vuelven superficiales o temporales.
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Toggle¿Qué son las creencias y por qué importan?
En cualquier proceso de cambio personal o terapia, uno de los elementos más poderosos y transformadores es el cambio de creencias. Las creencias son esas ideas, muchas veces inconscientes, que moldean nuestra forma de interpretar el mundo, a nosotros mismos y a nuestras experiencias. Por eso, cuando estas creencias limitantes permanecen intactas, los procesos de cambio se vuelven superficiales o temporales.
Éstas funcionan como filtros mentales. Son las conclusiones que hemos adoptado a lo largo de la vida basadas en nuestras vivencias, educación y entorno. Por ejemplo, creencias como “no soy capaz”, “el mundo es peligroso” o “no merezco ser feliz” condicionan cómo actuamos, sentimos y tomamos decisiones.
Cuando estas creencias son negativas o limitantes, pueden generar bloqueos emocionales, dificultades para alcanzar objetivos, problemas en las relaciones y patrones de comportamiento repetitivos que impiden el bienestar.
El rol del cambio de creencias en la terapia
La verdadera transformación comienza cuando logras identificar esas creencias que te limitan y trabajas en modificarlas. En terapia, ya sea a través de hipnosis, programación neurolingüística, terapia cognitivo-conductual o cualquier otro enfoque, el objetivo es que puedas reestructurar esas creencias desde un lugar de seguridad y autoconocimiento.
Cambiar una creencia no significa simplemente pensar diferente, sino integrar una nueva verdad que permita actuar y sentir de manera distinta, más saludable y adaptativa.
Y mientras estás leyendo y eres consciente de que llegaste a este punto tal vez te preguntas ¿cómo se facilita el cambio de creencias? es de la siguiente forma:
Reconocimiento consciente: Identificar cuáles son las creencias que sostienen el problema.
Cuestionamiento: Analizar si esas creencias tienen base real o son producto de interpretaciones erróneas.
Experiencias nuevas: Generar vivencias emocionales que contradigan la creencia limitante.
Reprogramación mental: Utilizar técnicas específicas para crear nuevas asociaciones y significados.
El cambio de creencias en los procesos terapéuticos: fundamentos necesarios
Las creencias limitantes son esas ideas que actúan como anclas internas. Quizás ni las notas, pero condicionan lo que haces, lo que evitas, lo que crees que mereces.
Creencias como “no soy suficiente”, “no puedo confiar en nadie”, o “si me muestro vulnerable, me van a rechazar”, no solo afectan cómo piensas: también alteran cómo sientes, cómo te relacionas, cómo tomas decisiones.
Según Aaron Beck (1976), estas creencias están en la raíz de muchos problemas emocionales como la ansiedad, la depresión o la inseguridad crónica. Y Albert Bandura (1997) demostró que tu creencia en ti mismo —lo que él llamó autoeficacia— es uno de los factores que más influye en tu capacidad para actuar, aprender, lograr objetivos y recuperarte después de fallar.
Por otro lado, considero fuertemente que sepas cuáles son -bajo mi perspectiva los cinco fundamentos que son necesarios que tomes en cuenta al iniciar el arduo y fascinante camino de cambiar tus creencias. Son los siguientes:
1. Tus creencias son nominalizaciones: no son verdades, son interpretaciones
En PNL, se dice que las creencias son nominalizaciones (Bandler & Grinder, 1975). ¿Qué significa eso? Que lo que tú llamas “creencia” es, en realidad, una palabra que encierra un proceso mucho más complejo: vivencias, emociones, conclusiones, experiencias pasadas. Por ejemplo, cuando dices “soy un fracaso”, estás condensando una serie de eventos, sensaciones, interpretaciones. No es una verdad absoluta. Es una etiqueta mental.
Y eso es una buena noticia. Porque si una creencia es una construcción, entonces puede ser deconstruida, cuestionada y cambiada. Según Aaron Beck (1976), estas creencias están en la raíz de muchos problemas emocionales como la ansiedad, la depresión o la inseguridad crónica. Y Albert Bandura (1997) demostró que tu creencia en ti mismo —lo que él llamó autoeficacia— es uno de los factores que más influye en tu capacidad para actuar, aprender, lograr objetivos y recuperarte después de fallar.
2. Creer no es solo pensar: es un proceso emocional y neurológico
Creer no es simplemente repetir una idea. Es aceptar algo como verdadero, con todo tu cuerpo, tu emoción y tu memoria. Lindeman y Svedholm-Häkkinen (2016) explican que crees para darle sentido al mundo y reducir la incertidumbre. Y eso implica no solo el pensamiento, sino también las emociones, las sensaciones físicas, e incluso los vínculos que has tenido en tu historia.
A nivel cerebral, cuando crees algo, se activan redes que involucran memoria emocional, recompensa y sentido del yo (Northoff & Bermpohl, 2004). Por eso cambiar una creencia no es tan simple como “pensar diferente”. Necesitas sentir diferente. Y para eso, muchas veces necesitas vivencias nuevas, acompañamiento y técnicas adecuadas.
3. Las creencias son una forma de identificarte con tu sistema
En psicología, un sistema es un conjunto de elementos interrelacionados que funcionan como una unidad para mantener cierto equilibrio, adaptación y propósito. Estos elementos pueden ser pensamientos, emociones, conductas, creencias, valores, roles o dinámicas relacionales. El sistema no es algo externo o estático; es una organización viva, que se regula a sí misma y tiende a preservar su coherencia interna.
¿Qué caracteriza a un sistema en psicología?
Interconexión: Cada parte del sistema influye en las otras. Un cambio en un elemento (por ejemplo, una creencia) puede alterar todo el sistema (por ejemplo, tus relaciones o tu estado emocional).
Homeostasis: El sistema tiende a resistir el cambio y mantenerse estable, incluso si eso implica conservar dinámicas disfuncionales.
Propósito y función: Todo elemento dentro del sistema cumple una función, aunque sea inconsciente o paradójica (por ejemplo, una creencia limitante puede protegerte del riesgo de fracasar).
Identidad: El sistema forma parte de tu identidad: lo que crees, cómo actúas, lo que sientes, lo que toleras. Por eso, cuestionarlo puede sentirse como una amenaza a “quién eres”.
4. Las creencias como forma de identidad
Las creencias son afirmaciones que asumes como verdaderas acerca de ti, de los demás o del mundo. Pero más que simples pensamientos, son una expresión estructural del sistema al que perteneces.
No crees algo solo porque es cierto. Crees algo porque se alinea con tu historia, tu necesidad de sentido y con el equilibrio de tu sistema interno.
Por ejemplo:
Si creciste en un entorno donde ser visible implicaba riesgo, tu sistema pudo organizarse en torno a la creencia: “mejor no destacar”. Esa idea no es aislada: es coherente con emociones (miedo), conductas (autoboicot), y relaciones (personas que no te validan).
En ese sentido, la creencia te sostiene dentro de un sistema identitario funcional, aunque sea limitante.
Es por esto que cuesta tanto cambiar una creencia, porque no es solo cambiar una idea, es modificar una pieza dentro de un sistema complejo que lleva años en funcionamiento. En realidad cambiar una creencia implica:
Cambiar la manera en que te ves a ti mismo.
Renunciar a patrones emocionales conocidos.
Afrontar el vacío de no saber quién eres sin esa creencia.
Reordenar tus relaciones, límites o decisiones vitales.
Por eso, las creencias no solo son pensamientos, son vínculos con tu identidad y tu sistema de adaptación.
5. Una relación íntimamente visible entre tus creencias y tus valores
En psicología, los valores son principios o ideales deseables que orientan la conducta de una persona, no como metas concretas, sino como direcciones generales hacia las que desea avanzar. Son aspiracionales y estables, aunque pueden evolucionar con la experiencia.
“Los valores son ideales deseados, globales y abstractos que guían a las personas y sirven como estándares para evauar personas, acciones y eventos ”
(Schwartz, S. H., 1992)
Esta definición subraya que los valores no son conductas ni reglas específicas, sino ideales personales que ofrecen sentido y orientación a lo que haces en tu día a día. Vamos a hacerlo más práctico:
Tus creencias expresan tus valores
Si valoras profundamente la libertad, es probable que creas cosas como “la dependencia emocional es peligrosa” o “nadie debería decirme cómo vivir”. La creencia concreta es la forma que toma ese valor en tu sistema psicológico.
Las creencias defienden tus valores.
Muchas creencias limitantes no son absurdas: cumplen la función de proteger un valor importante. Por ejemplo, la creencia “si me muestro vulnerable me van a dañar” puede proteger el valor de la seguridad o la dignidad.
Cuando cambias una creencia, se activa un conflicto de valores.
Muchas creencias limitantes no son absurdas: cumplen la función de proteger un valor importante. Por ejemplo, la creencia “si me muestro vulnerable me van a dañar” puede proteger el valor de la seguridad o la dignidad. Cambiar la creencia anterior por “puedo mostrarme vulnerable y aún así estar a salvo” no es solo una idea nueva: es una reconfiguración emocional de tu sistema de valores. Tal vez debas redefinir qué es seguridad, o reequilibrarla con el valor de la conexión emocional.
Es menester cabiar creencias y valores de manera simultánea porque de lo contrario:
El cambio será superficial o temporal.
Puede surgir disonancia interna o boicot (el sistema se defiende).
La nueva creencia puede no tener anclaje emocional ni sentido personal.
Puedes adoptar ideas “correctas” desde lo racional, pero sin arraigo identitario.
En cambio, si identificas qué valores están activos, puedes:
Entender por qué esa creencia existía.
Reencuadrarla sin traicionar tu esencia.
Sostener el cambio con coherencia y compromiso personal.
Diseñar nuevas creencias alineadas con tus valores actuales, no con los heredados o impuestos.
Sé que ahora es más claro que tus valores son el mapa, y tus creencias son los caminos que elegiste para moverte en él. Cambiar una creencia sin revisar el mapa puede llevarte en círculos. Pero si exploras tus valores con honestidad, puedes diseñar caminos nuevos que no solo sean más eficaces, sino que tengan sentido vital profundo.
Clasificación de las creencias
Tus creencias no están todas en el mismo nivel. Algunas están tan arraigadas que ni siquiera sabes que están ahí. Otras aparecen como pensamientos pasajeros. Aquí te explico cómo se dividen:
1. Creencias nucleares
Son las más profundas. Las que aprendiste muy temprano en tu vida. Ideas como “no valgo”, “soy defectuoso”, “no se puede confiar en nadie”. Estas creencias afectan tu identidad, tu autoestima y tu forma de amar.
2. Creencias limitantes o intermedias
Tienen de las nucleares, pero se manifiestan en áreas concretas. Por ejemplo, si crees “soy insuficiente”, tal vez desarrolles la creencia “no puedo hablar en público” o “me van a rechazar si muestro mis emociones”
3. Pensamientos automáticos
Son los que surgen en el momento. Aparecen como flashes mentales ante ciertas situaciones. Están conectados con tus creencias más profundas. Por ejemplo: “esto va a salir mal”, “seguro se burlan de mí”, “no lo voy a lograr”. (Beck, 1976)
Cuando empiezas un proceso terapéutico, parte del trabajo es identificar cada uno de estos niveles. Porque si solo cambias los pensamientos automáticos, pero no tocas las creencias nucleares, el cambio suele ser superficial o temporal.
Como ya te diste cuenta, este el primer episodio de tres en el tema de cambio de creencias; por ende, considero que por ahora hemos cubierto lo básico y esencial. Eso signifca que puedes tener por seguro que en el siguiente sabrás como detectar o identificar tus valores y creencias.
Nos estamos leyendo…
Referencias
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Bandler, R., & Grinder, J. (1975). The Structure of Magic I: A Book About Language and Therapy. Science and Behavior Books.
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Beck, A. T. (1976). Cognitive Therapy and the Emotional Disorders. International Universities Press.
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Bandura, A. (1997). Self-efficacy: The exercise of control. W.H. Freeman.
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Davidson, R. J., & McEwen, B. S. (2012). Social influences on neuroplasticity: stress and interventions to promote well-being. Nature Neuroscience, 15(5), 689–695.
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Ellis, A. (1962). Reason and Emotion in Psychotherapy. Lyle Stuart.
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Erickson, M. H., Rossi, E. L., & Rossi, S. I. (1976). Hypnotic Realities. Irvington Publishers.
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Lindeman, M., & Svedholm-Häkkinen, A. M. (2016). The psychology of belief. Psychology of Consciousness: Theory, Research, and Practice, 3(2), 113–126.
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Northoff, G., & Bermpohl, F. (2004). Cortical midline structures and the self. Trends in Cognitive Sciences, 8(3), 102–107.
Schwartz, S. H. (1992). Universals in the content and structure of values: Theoretical advances and empirical tests in 20 countries. Advances in Experimental Social Psychology,